Más de 1 de cada 10 adultos estadounidenses tiene diabetes, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Muchas personas con diabetes también tienen hipertensión o presión arterial alta. Una revisión de marzo de 2006 en "Diabetes Care" se refirió a estas dos condiciones como concordantes, porque los procesos biológicos que causan la diabetes también contribuyen a la hipertensión. La diabetes o la hipertensión por sí solas aumentan el riesgo de daño en los órganos terminales de los ojos, el corazón, el cerebro, los riñones y otros órganos. Cuando tiene ambas afecciones, el riesgo de daño en los órganos terminales aumenta drásticamente. Solo al tratar ambos trastornos se puede minimizar el daño a los órganos terminales.
El daño comienza temprano
La lesión tisular causada por la diabetes y la hipertensión comienza en las primeras etapas de estas enfermedades, mucho antes de que aparezcan signos o síntomas de daño en los órganos terminales. Cuando ya ha ocurrido un accidente cerebrovascular, ataque cardíaco, insuficiencia renal o ceguera, el tratamiento tiene un valor limitado. Por lo tanto, los médicos comienzan el tratamiento para prevenir o retrasar el daño de los órganos terminales tan pronto como le diagnostican diabetes. Incluso si su presión arterial es normal, los procesos que conducen a la hipertensión, como la inflamación en las paredes de las arterias, ya están en movimiento.
Controlar la glucosa en sangre
La hiperglucemia, o glucosa alta en sangre, es el sello distintivo de la diabetes y contribuye a las complicaciones de la diabetes de diversas formas. Un estudio realizado en la Facultad de Medicina de Mayo Clinic y publicado en la edición de abril de 2011 de "Journal of Investigative Medicine" demostró que el nivel alto de glucosa en sangre acelera el proceso inflamatorio que daña los vasos sanguíneos de las personas con diabetes. Esto desencadena una cascada de eventos que conducen a aterosclerosis o endurecimiento de las paredes arteriales y presión arterial progresivamente más alta. Por lo tanto, el control de la presión arterial podría resultar difícil si su glucosa en sangre no está bajo control. Su médico puede recomendarle ejercicio diario, pérdida de peso, cambios en la dieta y medicamentos orales o inyectables para reducir su nivel de azúcar en sangre.
Presión sanguínea baja
Aproximadamente el 70 por ciento de las personas con hipertensión necesitan al menos 2 medicamentos para controlar su presión arterial, tengan o no diabetes. Los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina, como lisinopril (Zestril, Prinivil) o quinapril (Accupril), suelen ser la primera línea de tratamiento para las personas con diabetes e hipertensión. Además de reducir la presión arterial, los inhibidores de la ECA reducen el daño renal que con tanta frecuencia se desarrolla en las personas con diabetes.
Si no se toleran los inhibidores de la ECA, los bloqueadores de los receptores de angiotensina, como losartán (Cozaar) o telmisartán (Micardis), suelen ser la siguiente opción. Si el control de la presión arterial no es suficiente con 1 medicamento, puede ser necesario agregar un bloqueador de los canales de calcio, como nicardipina (Cardene) o amlodipina (Norvasc), o un diurético, como hidroclorotiazida.
Un problema multifacético
El daño a los órganos terminales debido a la diabetes se clasifica típicamente como microvascular (daño debido a una enfermedad de los vasos sanguíneos pequeños) y macrovascular (daño debido a una enfermedad de los vasos sanguíneos grandes). Las complicaciones microvasculares de la diabetes incluyen pérdida de visión, insuficiencia renal y daño a los nervios. Los ataques cardíacos y los accidentes cerebrovasculares son manifestaciones de daño macrovascular. Para prevenir estas complicaciones, debe controlar la glucosa en sangre, los niveles de colesterol y la presión arterial. Su médico trabajará con usted para desarrollar un programa de tratamiento que aborde todos estos problemas.